Lima desde todas las Limas, 489° Aniversario de Fundación
- PERDIDA EN EL TIEMPO
- 12 ene 2024
- 4 Min. de lectura
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¡Saludos a todos los amantes de la historia y la elegancia limeña!
Hoy nos reunimos en las letras para conmemorar el aniversario de nuestra querida Lima, ciudad de tradiciones y secretos susurrados entre abanicos y flores. Imaginen un paseo por las calles empedradas, donde las damas de la época desplegaban no solo sus vestidos de seda, sino también el encanto del lenguaje del abanico.
En este siglo de galantería y misterio, nuestras respetables tapadas limeñas dominaban el arte de la comunicación silenciosa. Los abanicos se convertían en la extensión de sus palabras, expresando coquetería, desdén o incluso revelando secretos bajo las sombras de la mantilla.
Y qué decir del lenguaje de las flores, esa práctica encantadora que tejía mensajes entre pétalos. Una rosa roja, la declaración apasionada; una violeta, el susurro de la modestia. ¡Ah, cuánto encanto escondido tras esos ramos perfumados!
En esta celebración, recordemos a aquellas damas que protagonizaron las novelas de la época, como la misteriosa señora de las cartas o la noble dama que cautivó al joven galán en las páginas de nuestras tradiciones. Sus historias, narradas por agudas plumas de cronistas y escritores, nos transportan a un pasado donde el arte de la seducción se tejía con la finura de la palabra y el gesto.
Así que, queridos amigos, alzamos nuestras copas en este aniversario, brindando por la Lima de antaño, donde el arte de la comunicación era tan exquisito como el bordado de una mantilla. Que las tapadas limeñas sigan inspirándonos a tejer historias y a desplegar, con gracia y elegancia, el abanico de nuestro propio lenguaje.
¡Salud por Lima, ciudad de secretos y encantos que perduran en el susurro de las letras y el aroma de las flores!

EL IDIOMA DEL ABANICO
En el intrigante y sutil idioma del abanico, cada movimiento de este accesorio refinado era una danza de significados, tejida entre damas y caballeros en la sociedad limeña del siglo XVIII. Aquí algunos de los signos más conocidos:
Abanico cerrado frente a la cara: "Eres encantador(a)."
Abanico cerrado apoyado en la mejilla: "Pienso en ti."
Abanico cerrado agitado rápidamente: "Soy digno(a) de tu amor."
Abanico cerrado tocando el ojo derecho: "Me gustas."
Abanico cerrado tocando el ojo izquierdo: "Te amo."
Abanico cerrado apoyado en el corazón: "Eres mi amor verdadero."
Abanico semiabierto ocultando la boca: "No puedo hablar ahora."
Abanico abierto sobre la mejilla: "Soy soltero(a)."
Abanico abierto agitado lentamente: "Eres deslumbrante."
Abanico abierto cubriendo el rostro: "Soy tímido(a)."
Los caballeros y damas de la alta sociedad limeña eran expertos en descifrar estos gestos codificados, convirtiendo cada reunión en un juego de comunicación elegante y misteriosa. Las comadres y amigas de confianza, por su parte, compartían risas y secretos mientras descifraban el lenguaje del abanico, contribuyendo así a la riqueza de las interacciones sociales de la época. ¡Un arte de seducción que añadía un toque de misterio y encanto a las conversaciones en las salas de baile y tertulias limeñas!

La Inigualable Misturera
En las calles adoquinadas de Lima, entre el bullicio y la elegancia del virreinato, emergía la figura encantadora de la Misturera, dama de los secretos florales y susurros perfumados.
Su andar, más ligero que el viento, se mezclaba con los aromas de las flores que llevaba consigo, un abanico de colores y fragancias que desataba pasiones y romances en cada esquina de la Ciudad de los Reyes. Las damas de la alta sociedad y los caballeros galantes aguardaban ansiosos sus exquisitos arreglos, tejidos con maestría y elocuencia floral.
Con destreza, la Misturera seleccionaba cada flor como quien escoge palabras para un poema, y con sus manos hábiles construía bouquets que no solo eran arreglos, sino mensajes cifrados en el idioma sutil de las flores. Así, en el ir y venir de sus pasos, se convertía en la intermediaria de amores furtivos y suspiros compartidos.
Los pregoneros anunciaban su llegada, y la Misturera desataba la algarabía con sus creaciones que iban más allá de lo tangible. Cada rosa, lirio o violeta no era solo una flor, sino un verso, una confesión o una declaración de amor. Los balcones se llenaban de admiradores, y la ciudad cobraba vida con la danza efímera de pétalos y emociones.
Así, en el escenario del virreinato limeño, la Misturera tejía historias de amor y pasión, susurros en clave floral que trascendían los límites del tiempo. Su legado perdura en el eco de los jardines que ella, con su arte, transformó en testigos mudos de romances eternos.

EL IDIOMA DE LAS FLORES
En el encantador mundo del siglo XIX en Lima, las flores eran más que meros adornos; eran mensajeras silenciosas de emociones, un lenguaje delicado y perfumado que permitía a damas y caballeros comunicar sus sentimientos sin pronunciar una palabra. Aquí algunas flores simbólicas y sus significados en el sofisticado idioma de las flores:
Rosa Roja: El emblema del amor apasionado y la admiración profunda. Un ramo de rosas rojas expresaba un amor intenso y ardiente.
Violeta: Simbolizaba la modestia y la sinceridad. Regalar violetas denotaba la lealtad y la devoción.
Jazmín: Representaba la gracia y la elegancia. Un obsequio de jazmines comunicaba admiración y amistad.
Azucena: Símbolo de pureza y virtud. Enviar azucenas expresaba respeto y reverencia.
Margarita: Con su inocencia, la margarita simbolizaba la pureza del amor. "¿Me amas?" preguntaba suavemente.
Tulipán: Cada color de tulipán tenía un significado distinto; por ejemplo, el tulipán rojo era un gesto de amor perfecto y duradero.
Orquídea: Representaba la belleza refinada y el lujo. Un ramo de orquídeas comunicaba admiración exquisita.
Lirio del Valle: Símbolo de la felicidad y la renovación. Enviar lirios del valle era desear alegría y buenos augurios.
Clavel Blanco: Significaba la inocencia y la pureza del corazón. Un clavel blanco expresaba el respeto y la admiración sincera.
Gardenia: Simbolizaba la gracia y la elegancia secreta. Regalar gardenias expresaba admiración silenciosa.
En tertulias y encuentros galantes, los bouquets eran seleccionados cuidadosamente para transmitir mensajes sutiles y románticos. A través de este lenguaje floral, las damas y caballeros limeños tejían una red de emociones, creando una danza de colores y fragancias que añadía un toque romántico y poético a la sociedad limeña del siglo XIX.
Gracias por vuestra compañía durante esta lectura queridos, agradeceré mucho compartir este texto escrito con mucho cariño, hasta la próxima entrega.
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